miércoles, 3 de enero de 2018

LOS COSECHADORES DE ESTRELLAS (32): EL ENFRENTAMIENTO FINAL

Cuando Pablo y Flik llegaron a la esclusa, vieron que estaba cerrada. No había ni rastro de los dos pequeños. Fue la primera vez que Pablo notó cierto nerviosismo en Flik.
–¿Por qué no abren, Flik?
–Lo están demorando de forma deliberada. Del mismo modo que han ralentizado el funcionamiento de los deslizadores. ¿Acaso no lo has notado?
A Pablo no le quedó más remedio que asentir en silencio. Al fin, el sello se abrió con un gran siseo y los discos les transportaron a través de la neblina de vapor. En dirección a la Cámara.
Al llegar al final del túnel se plantaron con urgencia delante del ojo escrutador. Pablo suponía que sus dos hermanos ya estarían en el interior.
–¿Cómo que no podéis dejarnos entrar? –preguntó Flik en voz alta para que Pablo, que aguardaba a su lado, también pudiese enterarse de lo que estaba sucediendo.
Se escucharon unos susurros en una lengua que Pablo no entendía. Con muchos clicks y clacks metálicos. Por encima de todos ellos sonó una voz autoritaria.
–Los participantes están realizando en este momento la parte final de La Prueba. El Código dice que no se les puede molestar.
–Pero eso es ridículo –comentó Pablo– así no vamos a ninguna parte. Si yo no estoy ahí dentro, ¿a quién se está enfrentando la máqui...? –Pablo miró a Flik– ¿A mi hermano Rodrigo?
–Por lo que podemos averiguar, las máquinas han retorcido el Código en su propio beneficio. Como te comentaba antes, el contrincante ha de cumplir con unos parámetros biológicos básicos para que no se pueda intercambiar durante la contienda. Pero se da la casualidad de que en las especies de tu mundo, esos parámetros exigibles los cumple tanto el individuo como cualquiera de sus hermanos. Precisamente por ser hijos de los mismos padres.
–Pero eso no es justo.
–Las máquinas no entienden de justicia o injusticia, Pablo –Flik se dirigió de nuevo a las paredes del túnel.
–Quiero hablar con la máquina que está al mando aquí.
Susurros, silencio, de nuevo susurros.
–Siempre has hablado conmigo, criatura llamada Flik, y como no hay nadie por encima de mí, debes de querer hablar de nuevo conmigo.
–Es evidente que has utilizado el Código en tu propio interés, ya que la intención del mismo, el motivo por el que fue creado, no es válido desde el momento en el que consientes que una entidad diferente a nosotros participe en La Prueba.
Flik se quedó callado. Como si estuviese escuchando algo que nadie más que él podía oír.
–Exigimos que nos dejes entrar y que permitas que el enfrentamiento comience de nuevo. Solicitamos que se anule el resultado de lo que ahora está sucediendo, porque habéis hecho que concursen mediante engaños. Mis congéneres me dicen que Rodrigo y Pelayo no saben que están realizando La Prueba. Que han sido conducidos a ella mediante un engaño –a Pablo le parecía que San Flik estaba comenzando a perder la compostura–. Hemos captado la comunicación que se produjo entre ambas partes instantes antes de que desapareciesen.
–El Código es muy estricto ante la posibilidad de anular o no el enfrentamiento. Si el contrincante es considerado apto para competir, la contienda es válida. No importa el método utilizado para lograrlo –consiguió Flik como respuesta a sus airadas protestas.
Flik guardó silencio durante un tiempo que a Pablo se le hizo eterno.
–Solicitamos que nos dejes entrar como testigos de La Prueba –exigió de forma repentina.
Silencio.
–El Código de La Prueba nos reconoce el derecho a ... –continuó Flik.
–Está bien. No insistas. Consentiré vuestra entrada en la Cámara para que podáis ver, tal y como hemos hecho en las anteriores ocasiones, lo que sucede dentro. Pero no permitiré que os entrometáis en el transcurso de La Prueba.
El sello se replegó sobre sí mismo. Flik y Pablo se adentraron rápidamente en la Cámara antes de que las máquinas cambiasen de nuevo de opinión.
Lo que vieron les dejó sin habla.

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