viernes, 20 de abril de 2018

LOS COSECHADORES DE ESTRELLAS (41): DECLARACIÓN DE GUERRA


Gran Máquina estaba sorprendida por todo lo que sucedía. Aquellos seres orgánicos no debían de estar todavía suficientemente satisfechos con derrotarla en La Prueba, porque aprovechando la relajación de sus defensas, en el intervalo de tiempo necesario para recuperar a Uno, habían decidido invadir su territorio.
Había cometido un gran error, y lo sabía. Si bien sus defensas exteriores hacían de su mundo una fortaleza inexpugnable, en el interior todo era tan frágil y delicado como una pompa de jabón. Así era como funcionaba toda la sensible e increíble maquinaria que animaba Mundo Máquina. Por eso nunca había permitido que nada que procediese del exterior se introdujese en su mundo sin que antes fuese esterilizado.
Los invasores, gracias a un astuto ataque combinado, habían logrado introducir a sus efectivos dentro de la fortaleza. Mientras uno de ellos la mantenía ocupada en conversaciones sin sentido, los otros dos habían comenzado a desplegar su ataque de forma sibilina y traicionera.
Mundo Máquina era un mundo aséptico en el que todo estaba calibrado para poder recibir estímulos de sensibilidades desconocidas por aquellos bárbaros. Así que, cuando el más grande de los invasores emitió aquel potente sonido con un volumen tan elevado, todos los indicadores giraron al rojo indicando peligro. Para evitar que los daños que estaba sufriendo fuesen irreparables, Gran Máquina se vio obligada a desconectarse de sus canales auditivos más sensibles. Por fortuna, cuando analizó todos los sistemas después de aquel primer ataque, comprobó que tan sólo se habían chamuscado unos cuantos transmisores. Nada que no pudiese reparar en unos instantes. Lo verdaderamente grave era que a punto había estado de perder el control de su mundo.
Había sido cogida por sorpresa. Pero eso no volvería a suceder. Ahora estaba preparada.
Los extraños se habían atrevido contaminar su mundo, y a romper la paz y el orden que había imperado en el interior del anillo desde el comienzo de los tiempos. Gran Máquina no entendía muy bien cómo, pero lo cierto era que todo a su alrededor parecía que estaba empezando a desmoronarse. Todos los cálculos, todas las predicciones y la lógica con las que se había guiado durante el transcurso de La Prueba, habían demostrado ser erróneas. Pero aún tenía el control de su mundo. Y ese control significaba que todavía era dueña de un enorme poder. Miles de máquinas permanecían a la espera de una orden que les indicase qué hacer.
Había sido derrotada en La Prueba, lo que en definitiva significaba reconocer a aquellos seres como Los Creadores. Las órdenes impresas en su unidad central, clasificadas por prioridades, le impedían actuar contra ellos y también contra toda vida necesaria para su supervivencia. Pero, por otra parte, aquellos organismos habían decidido invadir su territorio, y eso sí que era una clara violación del Código.
Gran Máquina se había equivocado terriblemente. Había consentido que los orgánicos la llevasen a su terreno, y estos la habían engañado, con toda seguridad con la intención de encerrarla de nuevo en el subsuelo de aquel mundo. Ahora que estaba tan cerca del destino que por derecho le pertenecía.
La locura se adueñó de sus razonamientos.
A medida que los cortocircuitos se reproducían por doquier en sus sistemas lógicos, las líneas de procesamiento llegaban a conclusiones contrapuestas. Gran Máquina comenzó a cuestionarlo todo.
Si en verdad aquellos eran Los Creadores, la única conclusión que Gran Máquina había extraído de sus enfrentamientos es que eran menos evolucionados que ella. ¿Por qué tenía que aceptar entonces las reglas escritas por seres indudablemente inferiores?
¿Y si Los Creadores nunca hubiesen existido?
¿Y si Gran Máquina siempre hubiese sido, y antes que ella no hubiese existido nada?
Sólo se aprendía de los errores, y estaba convencida de que había cometido uno importante al seguir el juego de los orgánicos. Pero aún estaba a tiempo de corregirlo.
Los circuitos lógicos de Gran Máquina comenzaron a dar errores, a no aceptar la realidad.
¿Por qué habían concursado en La Prueba aquellos humanos, en lugar de los que pretendían ser los Creadores?, ¿quién la había llevado hasta esa trampa?
Ya no podía recordar haber aceptado pacto alguno al respecto. Esa parte de la historia reciente de su mundo se había borrado de sus circuitos.  Además, aquellas inconscientes criaturas, con su intromisión, le habían dado la excusa que necesitaba para llegar hasta donde quería llegar. Gran Máquina estaba obligada a obedecer, pero de ningún modo consentiría aquella invasión de su mundo.
Ahora consideraba su supervivencia amenazada, así que calculó y decidió qué hacer con rapidez. Estudiaría y escucharía a los intrusos, pues no tenía ninguna urgencia, y acostumbraba a ser cauta, sobre todo ahora que los invasores habían demostrado tener armas con las que poder causar graves daños en el delicado corazón de su mundo. Pero sucediese lo que sucediese había una cosa segura. Aquellos extraños no saldrían con vida de su mundo.
El proceso esterilizador con el que los eliminaría apenas consumiría recursos. Ese sería el principio del fin para todas las formas de vida orgánicas. El Universo asistiría al nacimiento de una nueva era. La era de las máquinas.